martes, 9 de abril de 2013

DOS MUJERES 

El mismo día, 8 de abril de 2013, se han ido juntas a la eternidad: Sara Montiel y Margaret Thatcher. Cada una en su ambiente marcaron  una época y una forma de vida.

LA SENSUALIDAD. Nació como Mª Antonia Abad y fue el sueño erótico de la vida de nuestros abuelos y padres durante la España en blanco y negro. No fue excesivamente bella, pero fue fascinante, llevó la sensualidad a un cine beato y censurado una mirada insinuante, un busto provocador y un mensaje de mujer libre, que la llevó a ser adorada por el público. Fue la primera mujer actriz española que rodó en Hollywood, donde puso el sombrero de Gary Cooper  tieso y la sonrisa pícara de Burt Lancaster más ancha que nunca. Y sin tener ni idea de inglés. Se casó con un director americano y en su regreso a España puso el país patas arriba, con la película El último cuplé. Canciones como La Violetera, Carmen la de Ronda, ... han pasado a la historia y se mantienen vigentes incluso en las nuevas generaciones. Su inseparable estampa de un puro en los labios y cantando Fumando espero, mezcla de mujer fatal y soñadora, que todos querían y... nadie se llevaba a su casa.
Quizá la mejor definición la dió ella misma: " he luchado por ser alguien en la vida y todo ha sido como un sueño, lo inalcanzable, lo alcanzado, como un cuento de hadas".

LA DAMA DE HIERRO. Hija de una sencilla familia británica, llegó al poder y cambió de arriba a abajo la política y la sociedad de las islas, incluso de Europa.  De carácter inflexible y enérgico, una simple ama de casa que presumía de conocer el precio de una botella de leche, puso en marcha un capitalismo popular. donde el mérito y no la sangre permitió a las clases medias ascender donde ni siquiera imaginaban. Transformó un país declarado como "el enfermo de Europa" y reemplazó el llamado Viejo Orden.  Metió fuertes recortes en servicios sociales hasta entonces intocables, con cierre de empresas y despidiendo gente sin pestañear. La memorable guerra contra los Trade Unions mineros fue durísima, pero acabó saliéndose con la suya. Inflexible frente al IRA, su reacción ante la guerra de las Malvinas la llevó al Olimpo del populismo y volvió a colocar al ejército inglés entre los mejores del planeta. Curiosamente un impuesto municipal, el Poll Tax,  que se demostró muy impopular forzó su caída, contestada por las propias clases medias que la habían encumbrado.  Es curioso que hoy, tanto conservadores como laboristas, defiendan este sistema y legado. Su muerte ha provocado lágrimas y aplausos a partes iguales.

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