ADIÓS GENIO
¡Vaya racha que llevamos! El paso del tiempo es inexorable, pero no nos acostumbramos a la idea. Los grandes del cine español van desapareciendo uno tras otro. Ahora le ha tocado a uno de los mejores: Alfredo Landa. Un tipo bajito, patizambo, con cara de mala leche continua y un voz que se escuchaba como un estéreo. Dió nombre a uno de los más castizos personajes del cine español: el landismo. Aquel que durante las épocas del destape, del turismo de playa y suecas, hacía todo lo posible por quitarse de encima la etiqueta de paleto, orgulloso, tímido y un tanto apocado, astuto, que trataba de salvar el honor patrio con las mujeres extranjeras, que estaban tremendas. Defenestrado muchos años, en los últimos tiempos se había reconsiderado la situación, reconociendo que aquellas películas tenían más miga de lo que parecía. Y el personaje ahora es un clásico. ¡ Cosas de este país ! Landa siempre estaba orgulloso de este personaje. Y con razón.
Si hacer comedia es una cosa muy seria y muy complicada, donde Alfredo Landa se ganó los galones fue en otro tipo de películas: su memorable personaje de Paco el bajo en Los Santos Inocentes lo elevó al cénit mundial, al ganar en Cannes el premio al mejor actor; su observador y realista papel del detective Areta en la saga El Crack o su primer gran papel en Atraco a las tres, le sirvió para que los españoles le adoraran y supusiera una apuesta económica segura en una película. En televisión logró un éxito sonado con Lleno por favor, en su papel de nostálgico del régimen anterior, papel que también interpretó genialmente en El Oro de Moscú. Hace poco volví a verle en La Vaquilla, una película con una carga de profundidad político-social no descubierta y donde Landa, una vez más, logra una interpretación genial, junto a un no menos genial compañero de fatigas, José Sacristán.
Sería conveniente que las nuevas generaciones de actores españoles se tragaran, una tras otra, películas de gente como estos genios, en circunstancias muy complicadas y medios muy limitados, más que nada para darse cuenta de que no son ni simples aprendices de la profesión. Porque el talento no nace en los árboles ni se compra en un supermercado. Y la pasión por actuar se lleva dentro.
Sería conveniente que las nuevas generaciones de actores españoles se tragaran, una tras otra, películas de gente como estos genios, en circunstancias muy complicadas y medios muy limitados, más que nada para darse cuenta de que no son ni simples aprendices de la profesión. Porque el talento no nace en los árboles ni se compra en un supermercado. Y la pasión por actuar se lleva dentro.
Era un actor de la gente, sencillo, enamorado del teatro y que llegó a decir que Miguel de Cervantes escribió el personaje de Sancho Panza, porque sabía que en algún momento él lo interpretaría. Unido desde su nacimiento al número 3, nació un 3-03-1933, vivió en una calle de Madrid con portal número 3, siempre me quedará aquella respuesta que soltó cuando le preguntaron que hubiera sido en la vida de no haber sido actor: ¡HUBIERA SIDO UN GILIPOLLAS!
Grande Alfredo
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