TURURÚ TRUMPETA

Las últimas elecciones a la presidencia de los USA han tenido en vilo a todo el planeta. La personalidad de los dos candidatos, por un lado la posibilidad de que una mujer, Hillary Clinton rompiera el famoso techo de cristal y por otro el imposible de definir millonario empresario Donald Trump, con unas ideas misóginas, machistas, xenófobas y muy poco respetuosas con el "establishment" imperante, hacían que la campaña se convirtiera en las más sucia, áspera e irreverente de toda la historia norteamericana. Y la cosa traspasó sus fronteras, llegando a sesudos análisis socio-político-culturales-económicos de lo que ocurriría en caso de que ganase un candidato u otro. Lo que al principio parecía un sueño loco, se convirtió en una pesadilla, la posibilidad real de que Trump ganara. Primero arrasó en las primarias del Partido Republicano, contra todo el aparato y sus dirigentes, luego recortó punto a punto la desventaja que su rival, Hillary, le sacaba al principio. Con un mensaje simplista, dirigido a la llamada "América profunda", la que no es cosmopolita, la que no sale en las postales, la que no vive en grandes núcleos urbanos y la que más a sufrido en sus carnes la tremenda crisis económica que también ha golpeado en USA, supo acoger el descontento que una muy importante masa de la población tiene contra Washington y todo lo que significa y que Hillary representaba. La noche del 7 al 8 noviembre el mundo contuvo la respiración para al final soltar una especie de berrido de temor, indignación y juramentos en todos los idiomas del planeta.
Su resultado no es más que una nueva demostración de que el mundo está cambiando y que mucha gente no quiere enterarse. Las realidades sociales van por un lado y las realidades políticas por otro, la crisis está dejando demasiados cadáveres en la cuneta y los Gobiernos y Estados no están sabiendo dar respuesta a los problemas de la gente. En el mundo super tecnificado y globalizado de hoy, uno de cuyos principales errores es dejar fuera a grandes capas de la población, ya sea directa o indirectamente, en que la llamada clase media está sufriendo una crisis de identidad y colocación, la gente busca a los profetas, a los que ponen en tela de juicio el sistema imperante. Trump no dice nada que la gente no quiera oír, sino que dice lo que la gente quiere escuchar. Las llamadas élites no hacen más que mirarse el ombligo y han abandonado al mayoritario resto de la población. La democracia de partidos con más de 200 años de antigüedad se ha burocratizado y ha perdido la conexión con la realidad. Son dinosaurios en una época de animales rápidos y efectivos. Mientras no se demuestre lo contrario la gente a la hora de votar lo hace solo con una papeleta y su conciencia, además de votar con una mano en el bolsillo, si éste se encuentra vacío va a votar con rabia castigando a los que considere culpables y buscando una tabla de salvación. Es el individualismo del "ande yo caliente y ríase la gente", si para ello hay pisar callos o cuellos no pasa nada, si para ello hay que retroceder décadas o siglos en avances y derechos sociales da igual, primero es lo mío y luego ya veremos.
No ha ganado Trump, ha perdido Hillary, que no supo vencer esa imagen fría, distante, ambiciosa, incluso algo inhumana del sistema que representa; Trump supo ganar la batalla de los sentimientos, casi siempre exhacerbados, de buscar culpables (negros, latinos,inmigración,...), ofrecer una esperanza de recuperar tiempos mejores. No es nada nuevo, es tan viejo como el mundo, pero una vez más ha funcionado.
Nos esperan unos años interesantes. La democracia es un sistema tan libre y tan equitativo que cualquier cretino es capaz de gobernar incluso la nación más poderosa de la Tierra. Esperemos sus resultados.