EL VIRUS DE LA INCOMPETENCIA
Anda el país bastante revuelto estos últimos días y la cosa puede degenerar todavía con el tema del virus del Ébola y sus efectos colaterales. La cosa comenzó como una ayuda a dos misioneros contagiados en África y que se trajeron a España con la intención de salvarles. No solo no ha sido así, sino que el asunto ha degenerado en un completo caos médico que amenaza con llevarse por delante a todo lo que se menea. Con el último misionero fallecido el virus ha salido de las barreras impuestas y parece, por momentos, campar a sus anchas, como consecuencia del error de una enfermera y de la penosa y caótica gestión del tema que tanto el Ministerio de Sanidad como la Consejería de la Comunidad de Madrid han efectuado. Ahora se demuestra que los protocolos no estaban todo lo afinados que debían para estas circunstancias tan especiales y tan peligrosas, que no se tienen los medios adecuados para enfrentarse a un virus como éste, que hay que frenar en sus primeros síntomas. Y aquí todos los responsables políticos echando balones fuera y mirando hacia otro lado, poniendo como culpable máxima a la enfermera que se contagió al cometer un error y puede que contagiara a más personas. De estos barros vienen estos lodos, a saber: los brutales recortes en Sanidad, a cambio de salvar al sistema financiero, la incompetencia manifiesta de los cargos de responsabilidad, colocados a dedo por simpatía y no por valía y conocimientos, la falta de preparación y de cursillos para ello del personal que se enfrenta a la pandemia, que da la sensación de actuar más con buena voluntad que con verdaderos recursos. La reacción de la Ministra de Sanidad, Ana Mato, solo se define con una sola acción: DIMISIÓN. Por incompetente y por cobarde, escondiéndose en subordinados en lugar de dar la cara para que se la partan, que eso va en su sueldo. Su rueda de prensa para hablar del tema fue patética. Está haciendo buenas a sus predecesoras socialistas, lo cual ya es delito. También dimisión del Consejero de Sanidad madrileño, Javier Rodríguez, por chulo, por soberbio y por falta de humanidad. Será buen médico, pero como gestor y responsable es nefasto y además dañino.
También nos conviene dejar de mirarnos al ombligo todos los españoles en general, porque a los grandes países se les ve en las grandes ocasiones y en ésta hemos quedado a la altura del betún. Mucha solidaridad y mucha pamplina, pero a la hora de la verdad somos muy, pero que muy fariseos. Con los periodistas a la cabeza, que son, mayoritariamente, un cáncer para este pueblo. Estos casos nos ponen en nuestro verdadero lugar y desde luego no está entre los más prósperos y avanzados. Así que menos preocuparse por Messi, Ronaldo y la selección española de fútbol, de las chorradas catalanas y más preocuparse por lo que verdaderamente importa. Porque con la salud no se juega y estamos jugando con llamas gordas, lo cual nos llevará a quemarnos.