lunes, 26 de noviembre de 2012

LAS RISAS DE MI INFANCIA



Fueron una parte maravillosa de mi niñez y primeros años de adolescencia. Cuando nuestra mayor ilusión al salir del cole era jugar al fútbol, llegaron del otro lado del charco y cambiaron nuestro hábitos, ya no queríamos el balón, queríamos llegara casa, encender la tele, coger el pan y la tableta de chocolate y esperar la pregunta mágica: "¿cómo están ustedes?", seguida de un ruidoso grito de: "bieeeeennn...", para esperar de nuevo la pregunta con la misma respuesta, así hasta que LOS PAYASOS DE LA TELE comenzaban su programa que tenía hechizados a todos aquellos que hoy peinamos canas (con suerte) o estamos sin pelo (la mayoría).
Era un humor de payasos de niños, de risas sinceras, de trastadas como las que hacíamos en nuestras pandillas; embadurnar la cara, que se caiga agua al abrir una puerta, de hablar palabras ininteligibles, pero comprensibles, de enfollonar la cosa más simple; eramos niños...Y qué decir de sus canciones: la Gallina Turuleta, el cochecito, el inevitable Hola Don Pepito-Hola Don José, Susanita tiene un ratón, etc... canciones que hoy se saben todos nuestros hijos y que los mayores cantamos con la misma ilusión que hace 40 años. La familia Aragón hizo las delicias de una generación entera de niños y niñas españoles en blanco y negro, pero con miles de colores en su imaginación. Elevaron la profesión de PAYASO a las más altas cotas de la profesionalidad y la respetabilidad, con una sencillez admirable.
Desgraciadamente las risas se cortaron pronto, Fofó murió en 1976 y ya nada fue igual. Gaby, nos dejó a mediados de los 90 y estos últimos días ha fallecido Miliki; sólo Fofito aguanta con muchos problemas.
Una parte de nuestras risas infantiles se han ido con ellos, una parte de nuestra niñez se ha quedado huérfana, ya no estamos bien. El circo, tal y como era en su origen va muriendo, pero su legado, sus huellas de zapatones grandes y camisolas rojas seguirá con nosotros y nos emocionaremos cada vez que en las reposiciones veamos sus actuaciones. No es añoranza, es alegría por haber tenido la enorme suerte de disfrutar de su mágica y sincera sonrisa. Estoy seguro que allá, en el Cielo, estarán explicando como se aprende la tabla de multiplicar del nueve. Y seguro que Dios se echará sus buenas carcajadas con ellos.
¡HASTA SIEMPRE MIS PAYASOS!

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