lunes, 27 de agosto de 2012



NO PESTAÑEAR O NO SE VE

Es el hombre más rápido de la historia, corre tan deprisa que si uno mira hacia otro lado un momento puede no enterarse de nada. Casi le pueden poner una multa por exceso de velocidad en la pista, es adorado por la multitud, es simpático, cachondo, juerguista y… jamaicano, es Usain Bolt, el hijo del viento. Un hombre capaz de sentar frente al televisor a tanta gente como un clásico de futbol, solo para verle dar esas zancadas tan largas, tan elegantes que parece no tocar el suelo, de verlo ganar casi insultando a sus rivales y de verle sonreír como quién no ha hecho nada. Recordman de 100 metros y de 200 metros, su presencia en los Juegos de Londres era una incógnita, se había clasificado 2º en los Trails jamaicanos, parecía que no llegaba en su mejor forma, pero fue aparecer en la pista y cualquier atisbo de duda quedó despejado, no había nada que hacer para sus rivales, Usain quería ser leyenda y ¡vaya si lo ha conseguido!  Pero lo que llama la atención de este tío es su forma de ser, de actuar, de filosofía de vida, de no tomarse tan en serio lo que hace y de disfrutar a tope. Siempre una sonrisa, un gesto gracioso a la cámara, frente a la tensión más o menos contenida de sus rivales, pero esa mirada fija en el horizonte, en la meta, una mirada escrutadora y felina a su alrededor como queriendo decir: “ lo siento chicos, pero corréis por la segunda plaza, la primera tiene dueño “. Espero que aguante unos años más y en los próximos Juegos Olímpicos volvamos a detenernos frente al televisor, sin pestañear o no lo veremos.

Tremendo el detalle de la entrevista con la periodista española, parando la misma y obligar a escuchar el himno de alguien que había ganado. Respeto por el vencedor y respeto al país que representa, un ejemplo que quizá en la piel de toro hispana no está muy arraigado.

¡ ERES GRANDE USAIN BOLT !

 
 
 
 
 
¡ PELIGRO, TIBURÓN EN EL AGUA !

 

Siempre en los Juegos Olímpicos aparecen nombres que traspasan la noche de los tiempos. En estos de Londres 2012 varios han sido los que cumplen ese requisito. Sin duda alguna uno de ellos es l Michael Phelps, el tiburón de Baltimore. Después de todas sus participaciones en unos Juegos va a terminar con la formidable cifra de 22 medallas, 18 de ellas de oro. Una hazaña y unos logros solo permitido a los elegidos. Y aún había gente (periodistas) que ponían pegas a sus logros, que si llegaba bajo de forma, que si tenía ya 27 años, que si ya no entrenaba,… excusas, una vez e n el agua solo se podía admirar su forma de nadar, sus giros, su impresionante figura de brazos y piernas tan largos y tan esculpidos al agua que parecía no tener que hacer esfuerzo para flotar   en la piscina. Su mirada de concentración al tirarse a competir impresionaba a sus rivales y si algunos le han batido deben sentirse unos auténticos privilegiados, orgullosos de decir: “yo batí al Tiburón”.

Se marcha con el mayor número de medallas conseguidas en los Juegos, un record muy difícil para las generaciones futuras, un admiración de todos sus rivales y un ídolo para aquellos que aman el deporte como  símbolo de esfuerzo individual  y de búsqueda de la gloria. Solo los más grandes quedan en el recuerdo y Michael Phelps es uno de ellos. Dentro de muchos años seguirán siendo recordadas sus hazañas, sus gestas, sus tiempos y sus medallas. Las piscinas ya serán un lugar más tranquilo, ya no hay un Tiburón por ellas.