LA GLOBALIZACIÓN (o la jeta de algunos)
Es que todo YING tiene su YANG, nada en esta vida es eterno y la felicidad es una señorita muy difícil de conquistar y mantener. Si en el anterior artículo me sentía muy orgulloso de mi ciudad y mis paisanos, no queda más remedio que mirar también a la zona oscura. Y aquí la realidad duele. Porque por estas cosas de la globalización, dos importantes empresas vallisoletanas, LAUKI y DULCIORA, están con el agua al cuello porque se vaticina su cierre en los próximos meses. La primera es una fábrica de leche y la segunda de caramelos y golosinas. Que levante la mano en esta ciudad quién no haya probado algo de alguna de ellas o de ambas. Las empresas están manos de multinacionales que solo hablan y entienden de números. Cada una de ellas tiene algo más de 200 trabajadores y su impacto, en forma de empleo, en la ciudad se va a notar. De su impacto moral y social desde que se supieron las noticias ya nos estamos dando cuenta. Lo que me indigna es el lenguaje empleado por las empresas para justificar su cierre. Los propietarios de LAUKI, la multinacional Lactalis dice en un comunicado que: " la decisión de cerrar responde a una situación de sobrecapacidad de estructura productiva que dificulta competir en un mercado con descenso en el consumo de leche y competitividad". Los dueños de DULCIORA, Mondelez Internacional, asegura que "esta operación de cierre se enmarca en la apuesta de la compañía por las marcas globales y la búsqueda de eficiencia en su cadena de suministro para hacer frente a los desafíos del mercado y adaptarse a las necesidades de los consumidores".
Un lenguaje muy florido para decir que se van porque les da la real gana y en búsqueda de más beneficios económicos. Porque ambas empresas tienen números económicos positivos, pero no lo suficiente para su ansia. Y se van también porque la legislación española les pone una alfombra roja para que lo hagan. Se marchan a lugares donde la mano de obra es más barata y su legislación aún más permisiva. Algunos dicen que es el precio de la globalización. No seamos idiotas, es porque el caballero don dinero manda en nuestras vidas y todos lo que hacemos no es más que adorarlo. Y ante eso hay gente, mucha, que no ve nada más. Esto no una crisis del capitalismo, esto es que hay unos cuentos jetas que juegan a capitalistas de salón con la vida de los demás. Sin olvidar el inestimable apoyo, de todo tipo, que desde los organismos locales, autonómicos o nacionales reciben. Ahora nuestros representantes se rasgan las vestiduras y dicen que no lo van a permitir. ¡Bobadas! no pueden hacer nada. Una vez has abierto la caja de Pandora del mercado libre y global no hay forma de cerrarlo. Las protestas en la ciudad han comenzado, pero no se su utilidad y resultados, lo único que si sé es que esta ciudad cada vez es menos industriosa, menos atractiva para las nuevas generaciones, una especie de balneario sin excesivos anhelos, lo que antes se denominaba ciudad de provincias. Con AVE, pero de provincias. ¡Qué pena!