martes, 11 de diciembre de 2012

UN DUELO A 300 KM/H

Ha sido un campeonato luchado y decidido, prácticamente, en la última curva, aunque su finalización fuese un tanto aguada por el uso de safety car. Pero ha reunido todos los ingredientes de los grandes campeonatos de la historia; las luchas Prost-Mansell, las luchas Andretti-Lauda, las míticas de Prost-Senna, las que hicieron vibrar a los amantes de este deporte. Ahora, que en España todo el  mundo sabe de Fórmula 1 más que nadie y que parece que es un deporte nacional, superior al fútbol, nos quedamos pegados al televisor viendo las andanzas de Fernando Alonso y sale a pasear nuestro ardor patrio (que se echa de menos en otras facetas de la vida), no estamos contentos con que el triunfo, por tercer año consecutivo, se lo lleve este chico de Alemania, con pinta de nibelungo y nos chafe, un año más, una celebración nacional. Cuando todos nos frotábamos las manos en el fichaje de Alonso por Ferrari, pensando que los títulos caerían cual fruta madura, resulta que aparece una empresa de bebidas isotónicas, con un ingeniero harto pillín (Newey), un coche con motor ¡¡¡RENAULT!!! y no hace sino dejarnos con el sabor amargo del segundo puesto. Y sale a relucir lo mejor de nuestro repertorio, que si Vettel tiene una flor, que si los comisarios no ven una bandera amarilla, que si Grosjean saltó sobre Alonso a propósito, etc... todo para tapar lo que es imposible de lograr, el que gana lo hace porque suma más puntos que nadie y punto. Que  Fernando Alonso es el mejor piloto de la parrilla no lo niega nadie y menos sus propios compañeros y rivales, que lo han dicho por activa y por pasiva. Pero de eso a no valorar que el alemán ha ganado tres campeonatos consecutivos porque tiene talento, media un abismo. Aquí, que durante años no nos hemos jalado un rosco en deporte ahora somos el ombligo del mundo y los demás no tienen derecho ni al agua. Y de ello tienen mucha culpa esta última hornada de comentaristas deportivos que lo único de lo que pueden  presumir es de ser unos hooligans con un micrófono o una pluma en la mano. No han dado una patada a un bote en su vida, ni saben de coches más que meter marchas automáticamente y se dedican a pontificar sobre lo humano y lo divino, o sea gente como Lobato, que debe tener alguna cualidad que a mí se me escapa, pero que ha logrado que las carreras las vea en la tele con la voz apagada.
Lo que tenemos que hacer es disfrutar de las carreras y valorar lo que hacen todos los tipos que se ponen a correr a 250 km/h y toman las curvas como si no existiesen, que se juegan todo o nada en un cambio de neumáticos de 7 segundos o menos, ayudados por un equipo de ingenieros que no son precisamente los últimos de cada promoción. Pidamos a Ferrari, que de una vez por todas le ponga a Alonso un coche a medida de su historia y potencial, que sean un poco más espabilados en la estrategia y copien (si pueden) al chico listo de Red Bull, que se saca un año sí y otro también, conejos de su chistera mecánica para que sus coches no corran, vuelen.
Afortunadamente quedan más duelos Alonso-Vettel y ya sonreiremos. SEGURO.